En el lecho de sombras me reclino,
con la soledad como amiga leal.
Mi alma herida, en penumbra, sin destino,
sin un soplo de vida real.
En el frío invierno de hierro y mármol,
la noche se cierne en sombrío manto.
Y en mi alma una tristeza oculta
un vacío de dolor y llanto.
La luz de la luna terrible asoma
como espectro entre gemidos y espanto.
Y la soledad, tan profunda y oscura
me acaricia en su regazo.
¡Oh, soledad, amiga eterna!
De mi corazón eres la adueña,
como ave en jaula cautiva,
como alma de triste pena.
En mi lecho de sombras y amargor,
la soledad eterna vuela.
Y mi alma, con su pesar y dolor
continuará por siempre en vela.
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