miércoles, 28 de octubre de 2020

La incineración

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 Un suave zumbido del marcapasos anunció la parada del viejo corazón de Eusebio. Sus hijos decidieron incinerarlo y esconder sus restos para quedarse con toda la fortuna. Decidieron celebrar el macabro ritual en un recóndito bosque, a los pies de una montaña rocosa. Una vez iniciada la incineración, los restos de Eusebio saltaron por los aires dejando un agujero de varios metros. El ritual terminó con la caída de rocas sobre el difunto y sus hijos. El plan resultó un éxito. 



miércoles, 21 de octubre de 2020

La fiesta

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Desde pequeña fui vegetariana activista que luchaba por los derechos de los animales. Un día conocí a Pedro Asmodeo en una manifestación y entablamos amistad. Era rubio, alto, musculoso y de extraordinarios ojos azules. Compartíamos la misma filosofía de no comer carne ni derivados de los animales. La verdad es que tenía magnetismo, causaba un cierto efecto hipnótico en las personas. 

Recuerdo que era un 12 de diciembre cuando me invitó a una fiesta muy especial. Era en una antigua casa de campo, con invernadero, establo y bodega propia. Su propietario era un importante inversor que donaba grandes cantidades de dinero a la defensa de los animales. Lo curioso es que debíamos vestir de negro y llevar una máscara que representará un animal. Aquella misteriosa noche me puse un vestido de terciopelo, medias de seda y zapatos de tacón. Preparé un recogido bajo dejando algunos mechones sueltos a los lados. Como máscara me puse una preciosa mariposa reina que Asmodeo me regaló. Según él, se trataba de una cena en honor a los animales sacrificados y "cuyos cuerpos eran devorados por sebosos caníbales humanos".

La casa estaba rodeada de un vasto y oscuro bosque por el que había que atravesar siguiendo un pequeño sendero. La distancia hasta la población más cercana estaba a una hora en coche. Me sentí perdida en aquella cerrada noche. Los árboles formaban una bóveda de espesas ramas como si se entrecruzaran formando una jaula. 

La llegada fue más inquietante. Conforme nos acercábamos pude ver la fachada de piedra con un tinte rojo de luz. 

-Impresionante fachada, ¿verdad? Es puro arte. Simboliza la sangre de los animales sacrificados. 

Más que arte, yo le llamaría hamparte. O un chiste de humor negro. 

Afortunadamente el interior era otro mundo, muy acogedor, con una exquisita decoración navideña. Incluso pusieron por todas partes estrellas multicolores de ocho puntas en consonancia con las lucecitas blancas que tapizaban las paredes como si fueran lluvia. Parecía una cena de gala: hombres trajeados de etiqueta y mujeres vestidas con elegantes modelos de color negro salidos de exclusivos diseñadores. Me resultó curioso que aquella gente de clase alta odiara la carne y sintiera amor por los animales. Siempre las imaginé con abrigos de piel de oso o visón. 

Asmodeo me fue presentando a cada asistente con naturalidad, como si fuera el anfitrión. Luego me ofreció una copa de cava y, cogidos del brazo, me enseñó la gran casa. Cada sala estaba bien iluminada, con lamparitas de distintos colores repartidas anárquicamente, paredes de un verde suave con pinturas campestres de vivos colores, muebles y cómodas de estilo isabelino y figuras de animales que parecían habitar la casa. Sobre las alfombras pardas daba la sensación de caminar por un bosque inanimado. 

Llegados a las escaleras nos detuvimos junto a una puerta coronada con luces de colores. 

-¿Te atreves a cruzar el Arcoíris? -susurró bajo aquella máscara de cuervo. 

Creyendo que se trataba de un misterioso juego, acepté. 

Bajamos por unas pendientes escaleras hasta lo que parecía una inmensa bodega. Desde el centro se abrían cinco hileras de añosas barricas y toneles que se perdían en la oscuridad. La luz proyectaba sobre nuestras cabezas un tenue color marrón escarlata. Aquella humedad me estremeció. Sentí un súbito escalofrío. Asmodeo cogió una de esas botellas de cristal de licor que, para mí asombro, contenía un vino color carmesí. 

-Pruébalo -me tendió la copa con una sonrisa burlona-, es un caldo virgen. Dicen que rejuvenece. Te aporta una extraña energía. 

Probé un pequeño sorbo de ese líquido templado y su sabor me extrañó. Era más denso que el vino, salado y con cierto gusto a metal. Recordé por un segundo cuando de pequeña me limpiaba las heridas de sangre. 

-Delicioso, ¿verdad? -se quitó la máscara mostrando un rostro de satisfacción- Más te sorprenderá la cena. Ponen una carne exquisita. Tranquila, no es animal ni vegetal. 



domingo, 18 de octubre de 2020

Estrella caída


 

Una estrella blanca
del cielo cayó
dejando una estela
en la noche plateada.
 
Cuando sus alas desplegó
un arcoíris de fuego y lluvia
inundó el lucero con furia
hasta la  madrugada.

viernes, 16 de octubre de 2020

¿Sherlock Holmes era tan frío que hasta odiaba a las mujeres?


Gran parte de los lectores y críticos literarios concuerdan en que Sherlock Holmes fue un personaje frío, excéntrico, narcisista, “autómata”, “máquina calculadora” y carente de empatía. Pero también un misógino, que odiaba a las mujeres, que las veía como seres inferiores. Sin embargo, ¿son ciertas todas estas cualidades de un personaje que se convirtió en el arquetipo del detective privado?


 
Hay que tener en cuenta que la mayoría de los casos son relatados por el propio Watson (excepto la serie denominada “Las memorias de Sherlock Holomes” que el mismo detective se encarga de narrar), que lo muestra desde una perspectiva subjetiva. Tendremos que leer entre líneas y discernir lo que es una opinión de Watson y una descripción del detective.

 También podrán observarse dos realidades totalmente distintas: la de Sherlock Holmes como persona y la de investigador privado. Cada vez que se embarca en un caso se produce esa metamorfosis que lo convierte en un enérgico ser razonador que impide que las emociones no afecten a la investigación. Por el contrario, cuando no ejercita su mente cae en depresión, apatía y se aferra a la droga como estimulante artificial.
 

Una primera impresión subjetiva y prematura

La primera referencia que tenemos de Sherlock Holmes nos llega del doctor John H. Watson en “Estudio en escarlata”. Esta obra fue publicada por la revista Beeton's Christmas Annual en noviembre de 1887.
 
Era un 4 de marzo de 1881 cuando Watson se encuentra con Stamford, un joven practicante que trabajó bajo sus órdenes en el St Bartholomew's Hospital. Ese día le presentó a Sherlock Holmes que también buscaba un apartamento. Al día siguiente ambos fueron a la calle Baker Street para alquilar las habitaciones.
 
Una semana después de instalarse, Watson se atrevió a describir las costumbres y conocimientos de Holmes. Obtuvo una primera impresión superficial: acostarse y levantarse temprano; investigar en "el laboratorio de química o en la sala de disección"; y dar largos paseos por los suburbios londinenses. Eso sí, cuando su mente se estancaba en una aburrida monotonía de la existencia, se entregaba a algún tipo de droga: "En tales ocasiones no dejaba de percibir en sus ojos  cierta expresión perdida y como ausente que, a no ser por la templanza y limpieza de su vida toda, me habría atrevido a imputar al efecto de algún narcótico". En lo referente a los conocimientos, eran limitados y siempre enfocados a las ciencias exactas: botánica, química y geología. Aunque también poseía cierta noción práctica de legislación y literatura sensacionalista.
 
Al final reconoció que sus pesquisas no eran del todo realistas: “al llegar a este punto, desesperado, arrojé la lista al fuego. «Si para adivinar lo que este tipo se propone –me dije- he de buscar qué profesión corresponde al común denominador de sus talentos, puedo ya darme por vencido»”.
 
Aquel soldado herido en Afganistán no sabía que todo el universo de Sherlock Holmes giraba en torno a su trabajo. Solo recorría los lugares que para él tenían interés y adquiría más que los conocimientos necesarios para ejercer perfectamente su profesión. Resolver un enigma requería mucha información práctica y dotes razonadoras. Él era un ilustrado, un positivista contrario al romanticismo de Watson. En el momento en que encendía su pipa de espuma Sherlock Holmes se convertía en el reflejo de toda ciencia exacta: frío y carente de emoción.
 
Desde esta primera novela hasta la última vamos a encontrar a dos Holmes: el hombre y el detective.
 

La persona como un factor del problema

Dos años más tarde, con la publicación de “
El signo de los cuatro
”, nos da la clave de su frialdad a la hora de investigar un caso y la importancia de no llevarse por las emociones. Es aquí cuando surge el tema de la mujer y motivo del presunto odio hacia ella.
 

Tras atender el caso de la Srta. Morstan, Watson hace referencia a su extraordinaria belleza:
 
“-¿De veras? –dijo con languidez-. No me fijé.
 
-Es usted un autómata, una máquina calculadora –exclamé-. Hay momentos en que observo en usted algo positivamente inhumano.
 
Holmes se sonrió amablemente y dijo:
 
-Es de primordial importancia no dejar que nuestro razonamiento resulte influido por las cualidades personales. Para mí el cliente es una simple unidad, un factor del problema. Los factores personales son antagónicos del razonar sereno. Le aseguro que la mujer más encantadora que yo conocí fue ahorcada por haber envenenado a tres niños pequeños para cobrar el dinero del seguro; en cambio, el hombre físicamente más repugnante de todos mis conocidos es un filántropo que lleva gastado casi un cuarto de millón de libras en los pobres de Londres.
 
-Sin embargo, en este caso…
 
-Nunca hay excepciones. La excepción rompe la regla…”
 
El único error que Conan Doyle pudo cometer en boca de Sherlock Holmes fue la de poner como ejemplo a una mujer asesina y no un hombre. Para el Holmes detective una persona forma parte de la ecuación, es un elemento más que ayuda a resolver el delito. Es irrelevante que se trate de hombre o mujer. De los 60 casos publicados, en ninguno se hace alusión despectiva hacia el sexo femenino.
 

Cuando el detective fue humano por un momento

A pesar de su aparente frialdad, hubo ocasiones en las que Holmes se conmovió. Fue en el caso de “El cliente ilustre”. Le contrataron para evitar que el barón Gruner, asesino austríaco, se casara con la joven y rica Violeta de Merville. Uno de sus informantes le presentó a la señorita Kitty Winter, que había sido una de las muchas amantes del barón. Según ella, Gruner solía coleccionar mujeres y registrar sus relaciones en un libro. En él guardaba fotografías y anotaba todos los detalles íntimos de las mujeres. Desgraciadamente Kitty formaba parte de aquella repugnante colección.
 

Al día siguiente Holmes y Kitty visitan a Violeta de Merville, encontrando a una mujer tan ciega de amor y fría que el hombre-detective no pudo resistir la “debilidad humana”:
 
Le tuve compasión, Watson. En aquel momento pensé en ella como habría pensado en una hija mía. Rara vez soy elocuente. Yo manejo mi cerebro, no mi corazón. Pero la verdad es que empleé con ella las frases más calurosas que fui capaz de encontrar en mi manera de ser. Le pinté la situación espantosa de la mujer que se despierta para conocer el verdadero carácter de un hombre después que ya es su esposa; de una mujer que tiene que resignarse a ser acariciada por manos manchadas de sangre y labios de sanguijuela. No me olvidé de nada; de la vergüenza, del terror, de la angustia, de la irremediabilidad de todo ello. Mis frases conmovidas no consiguieron teñir con una sola pincelada de color aquellas mejillas de marfil, ni hacer que en sus ojos ensimismados brillase un solo destello de emoción. Recordé lo que aquel canalla me había dicho acerca de la influencia posthipnótica. Se hubiera dicho que la joven vivía por encima de lo terrenal en un sueño de éxtasis
”.
 
Muy pocas veces se ha podido ver a Sherlock Holmes tan humano y emocional como en este caso.
 

La complejidad de la mujer

En el caso de “La segunda mancha”, Holmes reconoce la complejidad de la mujer a la hora de
analizarla. En aquel momento estaba investigando el robo de una carta que, de hacerse pública, podría desatar una guerra entre dos potencias extranjeras. La carta se perdió cuando estaba en posesión de Trelawney Hope, Ministro de Asuntos Europeos. Sorprendentemente acudió la esposa del ministro con la intención de saber el contenido de la carta que se había robado y las consecuencias. Holmes no pudo responder más que con evasivas a lo que la mujer no le reprochó guardar el secreto profesional.
 
Aquella mujer resultó ser un misterio, no solo por la visita sino por como actuó:
 
-Bueno, Watson, el bello sexo es su especialidad –dijo Holmes con una sonrisa cuando el ondulante frutú de las faldeas concluyó con un portazo-. ¿A qué juega esta dama?
 
-Me parece que lo ha dicho bien claro, y su ansiedad es muy natural.
 
-¡Hum! Piense en su aspecto, Watson, en su manera de actuar, en su excitación contenida, su inquietud, su insistencia en hacer preguntas. Recuerde que pertenece a una casta que no suele exteriorizar sus emociones.
 
-Desde luego, venía muy alterada.
 
-Recuerde también el curioso convencimiento con que nos aseguró que sería mejor para su marido que ella lo supiera todo. ¿Qué quería decir con eso? Y se habrá fijado usted, Watson, en cómo se situó para tener la luz a la espalda. No quería que leyésemos su cara.
 
-Sí, se sentó en la única silla de la habitación.
 
-Sin embargo, los motivos de las mujeres son tan inescrutables… ¿Se acuerda de aquella mujer de Margate, de la que yo sospeché por la misma razón? Y lo que sucedía era que no se había empolvado la nariz. ¿Cómo puedes construir algo sobre bases tan movedizas? Sus actos más triviales pueden significar una inmensidad, y sus comportamientos más extraordinarios pueden depender de una horquilla o un rizador de pelo…

 
Incluso para el más extraordinario de los detectives privados la mujer suponía un misterio. No viene a decir que fuera un ser inferior, como así se entendía en la Inglaterra Victoriana, sino un universo insondable en el que solo con los detalles más insignificantes era posible conocer sus intenciones, sus pensamientos y acciones. Si Holmes era atraído por los enigmas, sin duda también por la mujer a nivel psicológico. De nuevo encontramos la dualidad Holmes-racional y Watson-emocional.
 
Al final del relato Sherlock Holmes necesita que ella le explique cómo llegó la carta a manos de un chantajista asesinado. En la cadena de razonamientos había ciertos eslabones que solo una mujer podía descubrir para resolver el misterio. Sin esta aportación de ella y con la sola explicación de Holmes, el relato hubiera estado incompleto.
  

La mujer

En el caso del “Escándalo en Bohemia” Conan Doyle pone en boca de Watson, y no de Holmes, la palabra sexo débil para referirse a las mujeres. Hay que recordar que el veterano de guerra encarna el espíritu victoriano de la época: moralista, tradicional y puritano. Era normal que tuviera la imagen de una mujer sumisa, dedicada a las tareas del hogar y el cuidado de los hijos. En cambio Holmes, estaba al margen de todo ello.


 
Esa dualidad que les distinguía la definió perfectamente hablando de su distanciamiento con Holmes: “Mi matrimonio nos había alejado. Mi propia felicidad y los intereses domésticos que surgen alrededor del hombre que se encuentra por primera vez convertido en amo y señor de su casa, eran suficientes para absorber toda mi atención; mientras que Holmes, que odiaba cualquier forma de sociedad con toda su alma de bohemio, permaneció en nuestras habitaciones de Baker Street…
 
Nuevamente el doctor Watson habla del Sherlock Holmes positivista cuando se refiere a la relación con las mujeres. Y lo hace desde esa perspectiva de hombre detective, no de hombre vulgar: “Es, puedo asegurarlo, la máquina de observación y razonamiento más perfecta que el mundo ha visto; pero como amante, como enamorado, Sherlock Holmes había estado en una posición completamente falsa”.  Es lógico que un investigador, en el ejercicio de su profesión, sea mal amante porque las emociones suponen un obstáculo.
 
Y esto fue lo que le ocurrió a Sherlock Holmes: bien se llevó por las emociones, cosa extraña, o infravaloró la capacidad de la mujer a la que estaba investigando.
 
Su misión era recuperar una fotografía en la que salía el rey de Bohemia con una conocida actriz llamada Irene Adler. Aunque en el momento de fotografiarse él era príncipe, creía que tal indiscreción podía servir a la mujer para chantajearle.
 

Lo que parecía un trabajo fácil, recuperar la fotografía, resultó no serlo tanto. El escándalo no llegó a producirse pero tampoco la consiguieron. El rey quedó satisfecho sabiendo que ella nunca mancharía su reputación y Holmes recibió una lección: ella le había descubierto igual que la presa al cazador.
 
Ese giro de verse superado por una mujer, y sobretodo derrotado, hizo cambiar su perspectiva sobre ellas: “De lo que he visto de esa dama, me parece que realmente está en un nivel muy diferente al de Su Majestad —dijo Holmes con frialdad—. Siento no haber podido llevar el negocio de Su Majestad a una conclusión más feliz”.
 
Irene Adler dejó una carta para Holmes en la que explicaba cómo le había descubierto y para el rey de Bohemia una fotografía suya. Aquí podemos ver por primera vez a un Sherlock Holmes romántico llevado por las emociones:
 

“—Me siento inmensamente agradecido con usted. Le suplico que me diga en qué forma puedo recompensarlo. Este anillo... —extrajo de su dedo un anillo en forma de serpiente, con una gran esmeralda en el centro, y lo extendió hasta mi amigo, colocándolo en la palma de su mano.
 
—Su Majestad tiene algo que vale mucho más para mí —dijo Holmes.
 
—No tiene más que pedirlo.
 
—¡Esta fotografía!
 
El rey lo miró con expresión de asombro.
 
—¿La fotografía de Irene? —gritó—. Si la quiere, es suya.”
 
Watson se da cuenta del cambio producido en su amigo dejando constancia al final del relato:
 
Y así fue como terminó un escándalo que amenazaba afectar seriamente el reino de Bohemia. Y así fue también como los mejores planes de Sherlock Holmes fueron arruinados por el ingenio de una mujer. Antiguamente mi compañero acostumbraba burlarse mucho de la supuesta inteligencia femenina, pero no he oído que lo haga a últimas fechas. Y cuando habla de Irene Adler, o cuando se refiere a su fotografía, siempre lo hace bajo el honorable título de la mujer”.
 
 

Exigencias del guión

Es inevitable que Conan Doyle creara un personaje acorde a lo que la novela policíaca exigía. Si esta se oponía a los irracionales géneros romántico y gótico, debía introducir elementos de la Ilustración, del heredado Siglo de las luces: racionalismo y positivismo. El crimen es un enigma para la razón y quien mejor que un personaje falto de emociones, frío, calculador y metódico para encarnar el prototipo de detective privado.
 
Sherlock Holmes como profesional debía desempeñar ese papel. Y, a pesar de ello, era incapaz de ocultar su lado humano con las mujeres y profesarle su admiración.
 
Edgar Allan Poe sentó las bases con su personaje C. Auguste Dupin, pero Conan Doyle lo perfeccionó y le dio la inmortalidad. 


jueves, 15 de octubre de 2020

La pequeña


 

Era la tercera noche que la pequeña lloraba a las tres. Mi mujer se levantó y a los pocos minutos dejaron de oírse.
-Por fin dejó de llorar. 
-Cariño, nuestra hija murió hace tres años. 

sábado, 10 de octubre de 2020

El naufrago


Cinco días y cinco noches permaneció a la deriva, sin comida ni agua. Cerró los ojos y escuchó un viento triste y melancólico. De pronto la barca se movió y una sonrisa iluminó su cara. El viento no gemía, cantaba. 



martes, 6 de octubre de 2020

¿Fue la vida de Allan Poe como su obra?

 


Nunca he conocido hombre más desgraciado que Edgar Allan Poe. Hijo de una familia de actores, nació en un carromato la madrugada del 19 de enero de 1809 cuando la familia llegaba a la ciudad de Boston. La ruina familiar hizo que su padre los abandonara, perdiéndole la pista hasta dos años más tarde cuando fallece. La madre, Elizabeth "Eliza" Arnold Hopkins, también corrió la misma suerte al morir por culpa de la tuberculosis. Poe es separado de sus hermanos y acogido por el matrimonio Frances y John Allan. Ellos, pese a estar bautizado y reconocido como un Allan, no lo adoptaron formalmente para evitar que pudiera heredar su fortuna. Se dice incluso que, ya siendo un escritor, era tal la enemistad con su padre “adoptivo” que siempre firmaba las publicaciones sin el apellido Allan: “Edgar A. Poe”.

Era un niño débil, temeroso y tímido que buscó refugio en la fantasía como única salida a ese oscuro mundo de muertes y separaciones.

El padre “adoptivo” era un rico comerciante de algodón y tabaco, de ascendencia escocesa, con negocios tanto en Estados Unidos como Inglaterra. Los primeros años los pasó en disciplinados colegios de varias ciudades británicas incluida la antigua metrópolis de Londres. Se dice que el frío clima y el lúgubre paisaje de la Inglaterra isabelina marcaron el carácter definitivo de Poe. Por primera vez sintió el miedo, lo sobrenatural. Años después recordó aquellas casas oscuras y misteriosas, llenas de siniestras sombras. Allí estudió a los clásicos y aprendió francés y latín. Pero también las leyendas y el folklore que le sirvió de inspiración a sus novelas góticas.
 

Primeros amores


A los catorce años era un joven inquieto que se enamoró de Mrs. Stanard, la madre de un compañero de estudios. Tal fue la pasión que tenía Poe por esta mujer, de treinta años, que le dedicó el poema To Helen. Sin embargo, el amor duraría poco porque meses más tarde falleció.

En 1826, con 17 años, empieza a estudiar lenguas en la Universidad de Virginia. Si bien se dedicaba a devorar libros y demostrar una imaginación sin límites, su soledad le llevó a tomar hábitos poco saludables como el juego, el alcohol y las drogas. La universidad se convirtió de la noche a la mañana en una taberna.

Su estancia como universitario duró solamente un año ya que su expulsión y las deudas le obligaron a buscarse la vida en el ejército. Pasó varios años en Fort Independence y West Point, llegando a sargento mayor de artillería. Hasta ese momento solo escribió libros de poemas. Tras pasar por la Academia Militar de West Point regresa con su tía a Baltimore instalándose en una vieja buhardilla.
 

Una vida de ensueño y pesadilla

Agosto de 1831, tras la muerte de su hermano Henry por alcoholismo, sería la fecha de inicio de su carrera como escritor y periodista. Fueron años de gran producción literaria aunque sin grandes beneficios económicos. Esto se debió en parte a la falta de una ley de derechos de autor lo que permitía a los editores estadounidenses plagiar obras extranjeras, preferiblemente anglosajonas. La economía tampoco andaba en sus mejores momentos por culpa de la fiebre especulativa. Prueba de ello fue el llamado Pánico de 1837, algo así como el Jueves Negro de 1929 dando paso a la Gran Depresión.
El 22 de septiembre de 1835, concretamente un martes, se casó en secreto con su joven prima Virginia Eliza Clemm de trece años. Fue el gran amor de su vida y fuente de inspiración para gran parte de relatos y poemas. De hecho, los personajes femeninos que salieron en sus obras se parecían en gran medida a la delicada y sensible Virginia.

Virginia Eliza Clemm

Viajaron tanto como empleos tuvo Poe, incluso montó una casa de huésped que regentaron Virginia y su suegra Maria. A pesar de los relatos, poemas,  reseñas y críticas, la situación económica no mejoraba. En 1840 intentó fundar el diario Stylus en Filadelfia sin éxito alguno. Cuando parecía que la suerte le acompañaba, en enero de 1842 volvió la desgracia para Poe. Su esposa Virginia tenía tuberculosis. Esta enfermedad afectó hasta tal punto al escritor que comenzó a beber y consumir láudano (con componente de opio). Pero también supuso una época de excelente producción literaria como la publicación del segundo volumen de Las narraciones extraordinarias. Nuevamente cambió de ciudad y empleo hasta que publicó en 1845 el poema El cuervo. El éxito fue tal que supuso un impulso para su carrera y una mejor vida social. Lo curioso es que solo obtuvo nueve dólares por el poema.  Fue publicado en el Evening Mirror y para su composición se inspiró en la novela Barnaby Rudge de Charles Dickens.

Las malas lenguas aseguran que por esas fechas tuvo una aventura con la poetisa Frances Sargent Osgood, permitiendo a la ociosa clase intelectual de la época hacer todo tipo de comentarios y habladurías. Lo cierto es que detrás de los rumores estaba la escritora Elizabeth F. Ellet que los propagó por rechazarla el escritor.

Tras los diversos escándalos y el cierre del Broadway Journal donde trabajaba como redactor jefe, en 1846 se marcha a Nueva York. Cuentan que habían llegado a una pobreza tan extrema que la suegra de Poe salía todas las noches a robar verduras de los huertos vecinos. Poco tiempo después, el 30 de enero de 1847, fallece Virginia. En ese momento Allan Poe se vuelve inestable, depresivo y desesperado. Algunos afirman que frecuentó tabernas pidiendo una copa de absenta (conocida como Diablo Verde) a cambio de un cuento de terror. También se rumorea que tuvo un intento de suicidio sin éxito. De su figura podemos encontrar la famosa fotografía de semblante triste y melancólico hecha poco después de su intento de auto-asesinato.
 

Y cuando parecía que todo volvía a la normalidad…


En 1849 se encontró con un antiguo amor de juventud, Sarah Elmira Royster, quien le propuso matrimonio. Ella aceptó a cambio de que Poe dejara el alcohol y el opio. En el mes de octubre de ese año se casaron y cuando parecía que la vida volvía a sonreírle desaparece misteriosamente.
Fue el miércoles, 3 de octubre de 1849, cuando aparece en Baltimore. Estaba tirado en el suelo, lleno de espanto, de un callejón.  En principio no lo reconocieron porque se encontraba en un estado deplorable, totalmente sucio y con ropas de mendigo. Según cuentan muchos autores deliraba, con la mirada perdida, llamando a un tal Reynolds. Repetía una y otra vez la frase “¡Que Dios ayude a mi pobre alma!”. James E. Snodgrass, un viejo amigo, lo reconoció e inmediatamente lo llevaron al Washington College Hospital. Murió el domingo, 7 de octubre, a las cinco en punto de la madrugada. 

Si la desaparición fue misteriosa, más aún la muerte. La causa pudo ser de delírium tremens, ataque cardíaco, epilepsia, sífilis, meningitis, cólera, inflamación cerebral o alcoholismo. Digno de estudio. Y si no fuera suficiente misterio, los informes médicos y el certificado de defunción se perdieron. Al funeral acudieron pocas personas y, durante veinticuatro años, su tumba consistió en una lápida con el número 80 marcado. Parece que después de tanto tiempo alguien sintió remordimiento de conciencia y pidió que se le recordara como el personaje que fue. Y qué mejor tumba que la coronada por un cuervo. Nuevamente fue enterrarlo junto a su esposa Virginia y su suegra Maria.
 

El misterio de Eleonora

En 1842 Poe publica el cuento romántico Eleonora, justo el mismo año que se descubre la enfermedad de su amada Virginia. El cuento narra la historia de un hombre que vive con su prima y su tía en un paradisíaco valle. Pero al cabo de un tiempo ella enferma. La bella mujer teme que a su muerte el protagonista vuelva a casarse con otra. Él le jura que nunca contraerá matrimonio con ninguna hija de la Tierra. Pero no será así.

Sin revelar el final, podría encontrarse una relación entre la muerte de Virginia y la desaparición de Poe tras su matrimonio en segundas nupcias con Sarah Elmira Royster. Él estaba profundamente enamorado de su prima, la idolatraba, como la relación del protagonista del cuento con Eleonora. Pero el casamiento con el amor de juventud pudo ser otro de los desencadenantes para su locura junto al alcohol y las drogas. ¿Había roto la promesa a Virginia? ¿Había manchado el amor puro que había entre los dos? ¿La había abandonado? Quizás la conciencia le dijo que no era digno de vivir con esa culpa, con ese tormentoso remordimiento, rogando a Dios que se apiade de su alma.
 

Y el enigma siguió

No obstante, y fiel a su vida y obra, hoy día sigue existiendo cierto misterio en torno a la tumba de Poe. Según cuentan, desde que en 1949 se cumplieran cien años de su fallecimiento hasta 1998, cada 19 de enero sobre las doce y cinco de la mañana alguien dejaba en su tumba tres rosas y una botella de coñac. Un tributo al puro estilo gótico.



lunes, 5 de octubre de 2020

La luna roja

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-¿Porqué está la luna roja? 

-La luna no está roja, es tu sangre en el cristal.  



viernes, 2 de octubre de 2020

Mascarada

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Fino velo escarlata
telón de fuego. 

Ojos de hielo,
ventanas de musgo, 
una niña llora
junto al ciervo.

Mirada oscura
silencio espectro.

¡Niña no corras
hacia la casa
de altos techos!

Fino velo escarlata
reposa en su cuerpo.

La noche

  La noche es mi amiga y mi enemiga, La noche es mi consuelo y mi tormento, La noche es mi refugio y mi castigo, La noche es mi delirio y mi...